Por: Carlos Arturo López Ángel
Por tales razones es importante el Pacto Cívico que adelantan la Alcaldía y los comerciantes formales e informales con el apoyo de la Universidad Católica. El acuerdo se basa en la concertación como uno de sus principios y esa la única forma de conseguir resultados sostenibles en el tiempo.
Así lo demuestran los artesanos de la Peatonal de la 18. Ellos, a lo largo de siete años, en una labor de autorregulación, obtuvieron logros que son un ejemplo en la formación de tejido social. Conscientes de los problemas de indisciplina, reconocieron la necesidad de un cambio de actitud. Sobre todo para tranquilizar a los vecinos y dueños de negocios que los veían como una amenaza para el futuro del sector.
Por eso acordaron normas de comportamiento. Se impusieron retos como abandonar el vocabulario soez. Combatir el chismorreo y los escándalos. Mejorar la presentación personal. Respetar a los clientes. Asear y cuidar el entorno. Sancionar la venta y consumo de droga y licor. Y alentar los llamados de atención entre ellos mismos. Quien no cumpla y tenga tres faltas graves, es retirado con el respaldo de las autoridades.
El grupo construyó lazos de confianza. Se ayudan en el cuidado de los puestos y protegen a los clientes manteniendo a raya a “cosquilleros” y atracadores. El proceso los ha unido y facilitó la fundación de su propia cooperativa con 38 socios. Ahora sueñan con la declaratoria de la Calle Artesanal Cultural y con la compra de una casa para el vendedor informal.
Si el experimento se mantiene puede establecer un clima de armonía entre los que viven, trabajan y transitan por allí. Surge una relación orgánica de beneficios para todos. En especial para la Ciudad que tendría una calle de atracción turística y una forma de gobernanza para el manejo del espacio público.
El Pacto Cívico va por ese camino y por eso lo firmaron los artesanos. Mientras los críticos no muestren mejores alternativas, es el modelo que merece el apoyo de toda la sociedad.