sábado, 23 de octubre de 2010

Un pacto es, un compromiso que adquieren las partes, que tienen que honrar su palabra

Palabras de la Directora de LA TARDE, Sonia Diaz Mantilla, en la Cena de presentación del libro “Espacio Público y Comercio en Calle”, en la noche del Viernes 22 de Octubre del 2010.

-los resaltados y cursivas fueron hechos por el webmaster-
Buenas noches
Quiero agradecer en primera instancia al Presbítero Darío Valencia Uribe, rector de la Universidad Católica Popular de Risaralda, y a Orlando Parra Gómez, por creer que yo voy a hacer una exposición decente, de un trabajo como el que desarrollaron durante estos dos años en la Universidad.

También sin conocerlos a todos, debo agradecer a Lucía Ruiz Granada, Samuel López Castaño, Alejandro Torres García, Armando Gil Ospina, Gina Marcela Arias Rodríguez, Walter Augusto García Chaverra y César Fernando Idárraga Guerrero, por permitirnos a los lectores conocer cómo fue que desarrollaron este importantísimo trabajo de ciudad.
---

Por lo menos cuatro imágenes, vinieron a mi cerebro al terminar la lectura de las 154 páginas que componen el texto “Espacio Público y Comercio en Calle”. Ventas informales. Experiencia Pereira-Colombia, 2008-2010.


La primera de ellas fue la de mi abuelo Salomón Mantilla Acevedo, un tipo grande en muchísimos aspectos. Alguna vez, ya citadino el antes campesino cultivador y ahora viejo Salomón, y ante noticias sobre medidas o proyectos para mejorar este o aquél asunto urbano, dijo que eso se parecía mucho a la frase :”Animémonos y vayan”.


La segunda imagen, es la del grupo de investigadores (conozco sólo a unos pocos), académicos, arquitectos, ingenieros, comunicadores, filósofos, sacerdotes, etc., que hicieron parte del estudio que hoy se entrega al público, que trabajaron durante 2 años y que pusieron el punto final a este documento, el sábado 18 de septiembre de 2010.

La tercera, es la de Pereira comenzando a nublarse a eso de las 12:45 del medio día (casi todos los medios días), y donde por una suerte de artilugio o pacto con no se sabe quién, los vendedores de calle del centro saben cuándo va a caer la primera gota de lluvia, porque no se sabe –por lo menos yo no sé- de dónde sacan las cientos de miles de sombrillas chinas que ofrecen a quienes por descuido o porque el cielo mostraba otra cosa, no llevan ese artículo. Pero también salen libros recién impresos por las empresas editoriales legales con páginas en blanco, o las películas que la noche anterior se lanzaron en las salas de cine del mundo.


La cuarta –combinada- es la de los 57 negocios de rumba instalados en cinco cuadras, a lado y lado de la Circunvalar, y los 14 grandes negocios de comidas rápidas, que no tienen nada qué envidiarle a las grandes cadenas de comida de ese estilo, porque facturan mucho dinero, tienen muchos empleados, pero también, parece, ejercen un comercio de calle.

“Espacio Público y Comercio en Calle”, es si se quiere el documento más completo escrito hasta ahora sobre ese tema en Pereira, porque no aborda el tema de los usos del espacio público por particulares con fines económicos, no solamente de la forma romántica como parte de la academia colombiana lo ha visto en 30 años, sin cambiar ni actualizar el discurso, ni muchos menos los usos.


Son muchos los aportes que hace el libro al análisis del espacio público en Pereira. Uno de los que en mi particular concepto va a ser vital, es el de la confianza.


La Universidad Católica construyó esos lazos, los de la confianza y la sinceridad con los diferentes actores que tuvo que abordar para la realización de la investigación y el acompañamiento en estos tres años. Esa confianza solo es posible establecerla, cuando las relaciones no están mediadas por la instrumentalización.


Recuerdo que en un primer momento, la percepción, alimentada en parte desde lo público, era que la Católica se iba a encargar del tema del espacio público. Algo así como que el jardín infantil donde se dejan los niños desde los 10 meses, y luego el colegio o la universidad, son los lugares que tienen la responsabilidad de educar a los hijos.


El asunto, como lo dijo recientemente un expresidente brasilero es ¿quién se está haciendo las preguntas fundamentales sobre la sociedad? ¿Cómo vamos a hacer para que todo el pueblo sienta y comprenda que es importante respetar las leyes, y que detrás de ese respeto por las leyes se construye bienestar para todos?


El espacio público, dice Erika Fontáñez Torres, una experta centroamericana en ese tema, “son los lugares donde el grado de exclusión es menor, por no decir ninguno. Es poder y simbolismo, un entramado complejo de relaciones de dominación y subordinación, de solidaridad y cooperación, donde no hay intimidad”.


Las visiones sobre el espacio público pasan, como decía, por el romance de la venganza bíblica, de que los mercaderes pueden quedarse donde les antoje, pasando por las descripciones del Nobel Mario Vargas Llosa de su Lima sitiada en los 80’s por la invasión de sus espacios públicos, hasta la resolución por el derecho, desde la doctrina del foro público y su relevancia en el sistema democrático. Ninguna de las anteriores acepciones, ni siquiera la legal, no obstante, significa que los ciudadanos tengan un derecho absoluto al uso de los espacios comunes.


Algunas doctrinas espirituales sitúan nuestra animalidad, como uno de los estadios de nuestra ignorancia que impiden que ascendamos de mejor manera en nuestro camino hacia la realización del alma. Y en la territorialidad sí que es notorio nuestro ser ignorante mamífero. Un espacio de un metro cuadrado o menos, se convierte en la realización de vida para muchos.


Bien concretan los autores del libro “Espacio público y Comercio en calle”, cómo debe ser el manejo integral de las ventas informales:
• Con ordenamiento y regulación, que se cumpla.
• Medible en el tiempo
• Cuantificable, con respecto a los cambios que se operen.
• Evaluado por resultados
• Con respuestas o planes siguientes, a las implementaciones a que haya lugar.


La administración actual de Pereira, que preside Israel Londoño Londoño, decidió optar por la implementación del programa de manejo integral de ventas informales por concertación.

Con el acompañamiento de la U. Católica, firmaron el Pacto Cívico, para el comercio en el centro tradicional y se expidieron los decretos que adoptan las estrategias y planes que deben permanecer en el tiempo y posibilitar su evaluación sobre los resultados obtenidos.

¿Qué tanto se pacta? ¿Hasta cuándo? ¿Para obtener qué resultados? Y si no se obtienen ¿qué paso hay que seguir?

Un pacto es, un compromiso que adquieren las partes, que tienen que honrar su palabra y cuyos actos deben ser correspondientes para cumplir esos acuerdos. A eso se le llama responsabilidad y se adquiere desde cuando un niño es capaz de caminar y hablar, ya no es dependiente.


Somos responsables por nuestras decisiones, y eso es válido para un individuo o para una entidad, para un estado, para una sociedad.

En otros apartes de “Espacio Público y Comercio de Calle”, se evidencian las tensiones internas entre los expertos e investigadores, sobre los alcances de su trabajo y hasta de la pertinencia de continuar desarrollando la asesoría, en momentos en que como era previsible, la investigación se iba a convertir en argumento o arma de negociación política.


En las últimas 50 páginas se evidencian esas dudas, esos temores, esos desencuentros internos entre el grupo de expertos de la U. Católica. Preguntas de grandes consecuencias gravitaban sobre hasta dónde llegaban las responsabilidades en la confección de la propuesta, si se tiene en cuenta que muchas de esas inquietudes hacen parte del carácter filosófico y misional de la universidad.


Como no tenemos la otra versión de esta historia, la que se adelantaba desde lo público, desde las expectativas e inquietudes de quienes tienen a su cargo la administración de la ciudad, podríamos plantearles unas preguntas para que resuelva el tiempo, el implacable, el que pasó:
-¿Qué tan convencidos estaban los administradores de lo público, de la necesidad de darle un orden a las ventas de calle en el centro histórico de Pereira y en el subcentro de Cuba?
-¿Qué tanto estaban dispuestos a negociar, en materia política, para recuperar los espacios y lugares públicos?
-¿Realmente les parecía un asunto de importancia alta para resolver en la ciudad, o sólo un tema coyuntural de agenda mediática o con el cual se aseguraba un acercamiento con los grupos de poder?
-¿De qué tamaño es la negociación con el espacio ajeno?


-----
Los sitios públicos, los lugares o espacio de todos, son vitales para el desarrollo de la democracia y de las sociedades. Si desaparecen, se llevan a nuestras costumbres, los hábitat sociales, políticos, económicos, religiosos y de conducta. Desaparecen, porque cada cual hace lo que quiere.

Las ventas de calle no van a desaparecer. Y ya no se puede hacer nada para devolver 16 años (tiempo promedio en ese oficio), a la vida de los vendedores informales del centro de Pereira.

Pero esa actividad puede desarrollarse de manera organizada, atendiendo las normas legales, pero sobre todo sin agredir al resto de la comunidad. Eso también es violencia, cuando se impone por la fuerza una manera de actuar, que perjudica a una parte de la comunidad. El espacio se negocia, pero se negocia en Derecho, no en anarquía.

A propósito de esta observación, ¿qué se puede esperar de una sociedad en la que, como ocurre en Pereira, hay cientos de sitios ocupados ilegalmente los que ya tienen hasta orden de demolición, porque la actividad que desarrollan no está permitida donde están haciendo uso de los espacios, pero aún así se ignoran las órdenes legales?

Por eso resultan de tal importancia las muchas recomendaciones contenidas en “Espacio Público, Comercio en Calle”, como que se generen unas instituciones que atiendan el tema del espacio público, no solo el utilizado para las ventas informales sino todos: el que sirve para el tránsito y desarrollo de las personas, ocupado por comidas rápidas, carros, avisos, compañías de telefonía celular y talleres, entre otras actividades.
Las lecciones aprendidas son muchas a lo largo del proceso para la ciudad y para los protagonistas del proyecto. Destaco sólo las que considero


• En primer lugar, que hacían falta investigación y comprobación sobre el fenómeno.
• Luego, que los regalos, salvo los del cielo, solo deben obedecer a merecimientos interesados, que convengan a todos.
• Tercero, que más que voluntad para abordar el tema, se requiere la convicción de que organizar a los comerciantes informales y recuperar el espacio público, son temas prioritarios para nuestra ciudad y que deben estar en primer orden de los asuntos públicos y ciudadanos.
• Y cuarto, pero no menos importante, que cualquier iniciativa necesita continuidad en el tiempo. Porque de lo que aquí se trata, no es de malgastar cada cierto tiempo unos recursos para darle contentillo a una parte de la galería y hacerle creer que está incidiendo en los asuntos públicos.


Se trata de ser protagonistas de transformaciones reales en la sociedad, de propiciar cambios, de emprender tareas que se puedan cumplir en el tiempo pero con las cuales haya compromisos verificables.


Porque hacer lo contrario, sería darle la razón al abuelo Salomón en su filosófico resumen de: Animémonos y vayan.

No hay comentarios: